Una de las cosas más difíciles para una madre o un padre es ver a su hijo/a sintiéndose mal. Ante situaciones así, lo primero que queremos hacer es averiguar rápidamente qué ha pasado, por qué, quién es el causante y ponerle rápidamente una solución que alivie el malestar de nuestro hijo/a. Pero qué pasaría si, en estas situaciones, lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos/as es dejar que experimenten lo que sienten (que lloren, se quejen, se lamenten, etc) y que lo experimenten hasta que ellos/as mismos/as logren dominarlo. ¿Podrían? ¿Sería bueno?.
La respuesta que nos da la ciencia y la observación es que sí podrían y pueden porque los niños y las niñas aprenden muy rápido y muy bien si les dejamos experimentar con su entorno y descubrir lo que sucede en su interacción con el. Es así como adquieren conocimiento sobre sí mismos, se conocen mejor, y como llegan a descubrir y entender mejor el mundo que les rodea.
En este artículo queremos exponer un modelo adaptado del libro “Como hablar para que los niños escuchen y como escuchar para que los niños hablen” de Adele Faber y Elaine Mazlish, que propone una serie de comportamientos que los padres/madres pueden desarrollar para permitir que sus hijos e hijas experimenten sus emociones y aprendan a gestionarlas de una forma que les ayude a conocerse mejor y a ser más felices.
El modelo que proponemos se compone de cinco fases pasos a los que puedes acceder a través de las pestañas.
1) Etapa de acogida y escucha inicial
El propósito principal de esta fase es lograr que el niño/a tenga el tiempo, espacio y atención necesarias para expresar espontáneamente lo que le sucede respetando su necesidad, emoción y sin ser interrumpido. De acuerdo a ello, para iniciar la comunicación con un niño/a que esté experimentando una emoción intensa es necesario llevar a cabo una serie de acciones propiciatorias:
• Tratar de eliminar el mayor número de distracciones existentes (celulares, puertas abiertas, televisiones o computadoras encendidas, otras personas, etc) y centrar nuestra atención en el niño/a.
• Ponernos a su altura (agacharnos si es preciso) y mirarle a los ojos.
• Pedirle que nos cuente despacio lo que ha pasado.
• No interrumpirle con preguntas destinadas a averiguar los detalles de la situación (quien, cómo, qué cuándo, por qué, etc), sino formularle preguntas que inviten a que nos cuente más, permitiendo que se exprese desde su propio ritmo y entendimiento de las situación (¿eso es todo o ha pasado algo más? ¿quieres contarme más?…).
2) Identificar las emociones.
El propósito de esta fase es lograr que el niño/a pueda identificar cómo se siente en relación con lo que le ha pasado. Algunas conductas nuestras que lo pueden facilitar son:
- Ayudarle a identificar y nombrar la emoción que experimenta. Si en su relato el niño/a no logra nombrar la emoción que siente (lo cual es probable) podemos preguntarle directamente “¿cómo te sientes?”. Si no sabe, podemos ayudarle sugiriendo lo que pueda estar sintiendo a partir de lo que le escuchamos y lo que percibimos en su expresión corporal. Por ejemplo: “Estás llorando ¿puede ser que te estés sintiendo triste con esto que me cuentas?”, “Te veo los puños apretados y me parece que estás muy enojado, ¿es así?, “Tienes una sonrisa bien grande y creo que estás muy feliz, ¿puede ser?”, etc. Es importante finalizar con una pregunta que le permita al niño confirmar o no si lo que nosotros creemos que está sintiendo efectivamente es lo que siente (¿es así?, ¿cierto?, etc). De esta manera, permitiremos que el niño/a revise la emoción que está sintiendo y la pueda identificar. Descubriremos que si nuestra sugerencia no es correcta el niño/a nos corregirá y nos dirá cosas como “no, no estoy enojado, no es eso” , “no es así” y podremos preguntarle de nuevo: “entonces ¿cómo te sientes?”.
- Aceptar lo que siente, sin negarlo o restarle importancia. Generalmente tratamos de intervenir para que el niño/a deje de sentirse mal pero no siempre lo hacemos de la forma más adecuada. A veces le decimos cosas como “no te pongas así, si no es para tanto, ya pasará” “ya pasó, ya pasó” “no tiene importancia”, etc. Este tipo de intervenciones buscan atenuar la emoción o hacerla desaparecer pero haciendo esto le negamos al niño/a la oportunidad de experimentar lo que realmente está sintiendo y de conocer un poco mejor sus emociones. En este sentido, una vez que el niño ha logrado identificar cómo se siente, lo más oportuno sería aceptar y validar esa emoción, conteniendo nuestra necesidad de aliviársela o de cambiársela. Para ello le podemos decir cosas como “está bien si te sientes triste” “entiendo que estés enojado como me dices”, “comprendo que estás fastidiada porque tu hermano te ha roto el juguete”, etc. Y lo podemos continuar con un silencio acompañado de gestos afectuosos (abrazos, caricias, etc). Comprobaremos que si reaccionamos así es muy probable que nos siga hablando de lo que siente y comience a calmarse por si mismo/a sin necesidad de que nosotros digamos nada más. Esto sucede porque con este tipo de intervenciones lo que hacemos es facilitar que el niño/a conecte consigo mismo y se sienta comprendido/a, y sentirnos así, “sabiendo lo que sentimos” y “entendidos/as, comprendidos/as” es el primer paso que todos/as necesitamos para poder comenzar a calmarnos.
3) Ahondar en los detalles
El propósito de esta fase es lograr que el niño pueda ir dando más detalles sobre lo que le ha pasado e ir armando el relato. Para ello algunas de las cosas que se pueden hacer son:
- Hacerle preguntas que ayuden a precisar detalles del relato: ¿y qué más pasó? ¿con quien estabas? ¿dónde? ¿y qué hicieron? .
- Darle muestras de que le estamos escuchando , por ejemplo, asentir con la cabeza, o decir palabras que le indiquen al niño/a que estamos atentos a lo que nos cuenta “ya”, “sigue”, “continua”.
- Resistir la tentación de mejorar la situación dando un consejo u ofreciendo alguna solución. No ayudaremos al niño/a a expresar y contar lo máximo posible de lo que le pasa, que es nuestro objetivo, si comenzamos a darle consejos o soluciones y le decimos cosas como “llorando no se va a solucionar nada”, “no te preocupes, puedes encontrar más carritos en la otra sala”, “vamos a decirle a María que te devuelva tu dulce” etc.
Una vez que estamos seguros de que hemos recogido la información que el niño/a nos ha podido dar por sí mismo/a, y que se ha desahogado, pasamos a la siguiente fase.
4) Resumir lo que nos ha contado
Una vez que percibimos que nos ha podido contar lo que ha pasado y está un poco más calmado, ayuda hacerle un breve resumen de lo que hemos logrado entender. Por ejemplo: “entonces me dices que estás enojado y triste porque Paola te ha quitado tu muñeca y te ha dado un empujón, ¿has sido así?” Si es correcto la niña/o afirmará y si no lo es, posiblemente añada algún detalle que corrija la versión y nos facilite entenderle mejor. Escucharnos relatar lo que nos contó, y precisarlo más si cree que es necesario, le ayudará a comprender mejor lo que le sucedió .
Recuerda: Estas 4 fases buscan que el niño/a pueda, por un lado, identificar y comprender qué es lo que le ha pasado, en una secuencia ordenada de hechos, y, por otro lado, entender cómo se siente y comprender qué es lo que ha provocado esa emoción. Para ello necesitamos ser pacientes, escucharle con atención y a solo a medida que se van calmando comenzarle a hacer preguntas que le ayuden a ahondar en los detalles de su relato. Y evitar darles consejos o sugerencias de solución.
5) Buscar soluciones
La finalidad de esta última fase es averiguar si el niño quiere o cree que puede hacer algo al respecto de lo que le está sucediendo y ayudarle a llevarlo a cabo. En esta fase, algunas intervenciones que pueden ayudar son:
- Preguntarle qué quiere hacer para sentirse mejor, escuchar atentamente lo que nos dice y ayudarle a que lo pueda poner en práctica.
Ejemplo:
- Adulto/a: “¿qué quieres hacer para sentirte mejor?”
- Niño/a: “Quiero que María me devuelva la muñeca”
- Adulto/a: “¿Y cómo lo vas a hacer?
- Niño/a: le voy a decir que me la devuelva.
- Adulto/a: de acuerdo, parece una buena solución. Si no te sale, ven y buscamos otra.
Si no logra identificar algo que desee o pueda hacer, o si lo que se le está ocurriendo no es posible o no mejoraría la situación, entonces sí podemos hacerle algunas sugerencias, de modo que valore otras posibilidades.
Ejemplo:
- Adulto/a: “¿qué quieres hacer para sentirte mejor?”
- Niño/a: “Quiero que María me devuelva la muñeca”
- Adulto/a: “Y como lo vas a hacer?
- Niño/a: se la voy quitar
- Adulto/a: entonces ella también se va a sentir triste y enojada como tú, ¿qué otra cosa podrías hacer?
- Niño/a: no sé.
- Adulto/a: ¿qué te parece si vamos a hablar con María, le dices cómo te sientes, y le preguntas si te puede ayudar?
- Niño/a: ya, pero yo quiero mi muñeca
- Adulto/a: de acuerdo, vamos a hablar con María y a ver qué nos dice ella.
Recuerda: es importante garantizar que el niño ha logrado comprender lo que le ha pasado y ayudarle a buscar soluciones, sin olvidar que primero tenemos que intentar que las soluciones partan de ellos/as y tratar de ayudarles sólo si no tienen recursos en ese momento para generarlas.
Finalmente, como se ha dicho al comienzo, el objetivo de este modelo de intervención es promover que los niños/as puedan tener el tiempo para expresar lo que viven, identificar las emociones que esto les provoca y aprender a conocerse y regularse para relacionarse mejor consigo mismos y con el mundo que les rodea. Y aunque como adultos nos cueste creerlo, para regular sus emociones solo necesitan que les permitamos expresarlas, sin interrumpirles ni llenarles a preguntas, dándoles el tiempo para sentirlas, sin tratar de hacerlas desaparecer sino validarlas y ayudarles a ahondar en su relato a su propio ritmo y necesidad. De esta forma los niños/as logran aprender a calmarse y están mejor preparados/as para buscar soluciones cuando la situación lo requiera.
Autoría: Loreto Santé Abal.
Psicóloga. Analista de Conducta.
Ilustraciones: Concepción de Sagarra Moya.
Psicóloga. Ilustradora.
Loreto Santé Abal.
Psicóloga. Analista de Conducta
Ilustraciones: Concepción de Sagarra Moya
Psicóloga. Ilustradora.