¿Habrá algo más difícil que ser madre o padre?
Generalmente se responde que no, que siendo el rol más antiguo del mundo es, sin duda alguna, el más difícil. Porque acompañar el desarrollo de una persona, de un hijo/a, requiere de una sabiduría (conocimientos, actitudes y habilidades) que no está al alcance de cualquiera y con la que ciertamente no hemos nacido.
Nos formamos para todo en la vida, para una profesión, para un deporte, para una afición; sin embargo, nos cuesta mucho darnos cuenta de que tenemos que formarnos, y mucho, para ser padres y madres. Parece que como nadie lo exige, como no hay estado ni ley que demande formarse o denuncie por no estar formado, aquí todo el mundo hace lo que puede y tira por donde puede sin más herramientas que su sentido común y sin más supervisión que su propia conciencia.
Por suerte, cada vez más, se crean, especialmente desde las instituciones educativas, espacios de formación para padres y madres, generalmente conocidos como “escuelas de padres”. Al comienzo solían ser más pasivos, y consistían en espacios donde se invitaba a algún experto que desarrollaba una exposición, más o menos brillante, sobre el tema en cuestión (límites, agresividad, sexualidad, autoestima, problemas escolares, etc) y al final de la cual los asistentes tenían la posibilidad de hacer preguntas y generar algún tipo de debate o discusión enriquecedora.
Actualmente las cosas están cambiando. Los padres y madres, de la mano de profesionales, se van apropiando poco a poco de estos espacios, entendiendo que el conocimiento no es propiedad de nadie y que su experiencia, ganada en el día a día con sus hijos, es también de un valor incalculable. Que no deben ser receptores pasivos del conocimiento sino protagonistas activos de su propio crecimiento. Desde esta visión, es que desde hace años vengo participando aquí en Cusco (Perú) en la Comunidad de Aprendizaje de la I.E.I María Rovira Olmo, formada por madres, padres, profesoras y yo misma (psicóloga infantil). Un espacio de formación mensual, de intercambio práctico y activo de experiencias y aprendizajes, cuyo objetivo, definido por los propios participantes, es: “convertirnos en mejores papás y mamás capaces de identificar, conocer y reflexionar sobre nuevas y adecuadas formas de atender las necesidades de nuestros hijos e hijas. Trabajamos para ser mejores personas y para acompañar, cada vez con más sabiduría, la felicidad de nuestros hijos e hijas”. Se puede acceder a una muestra de estas sesiones de trabajo a través de nuestra sección de “Comunidades de Aprendizaje”. Lo que me gustaría destacar de este espacio, es que el conocimiento se construye entre todos y todas, cada uno/a aportando lo que sabe, su experiencia, su reflexión, y sus habilidades, con el ánimo de construir una visión conjunta cada vez más amplia, y a la vez exhaustiva, del desarrollo del niño/a y de generar, en la práctica, habilidades que permitan responder adecuadamente a los retos de acompañar ese desarrollo.
Por otra parte, coincido con Yolanda González Vara, quien en su libro “Educar sin miedo a escuchar” (cuya lectura recomiendo), que los padres y madres necesitan adquirir o fortalecer tres cosas fundamentales en su formación:
Los conocimientos y habilidades relacionadas con la educación y el acompañamiento de los hijos y que se refieren a múltiples temas como las características y necesidades del desarrollo evolutivo; o a habilidades parentales como la comunicación, la solución de conflictos, gestión de emociones, etc.
La Capacidad para observar e identificar las características y necesidades de su hijo/a, que son particulares de cada ser, favoreciendo un conocimiento preciso, sensible y empático.
El valor del respeto, que posibilita acompañar a cada hijo/a conociendo y tomando en consideración su ritmo propio, lo que permite atender su desarrollo sin imponer expectativas y necesidades parentales que nada tienen que ver con la persona que es, puede y desea ser su hijo/a.
Por último, creo que estos espacios de aprendizaje, estas comunidades, construyen saberes, entrenan habilidades y desarrollan actitudes, que son imprescindibles para poder enfrentar la tarea de ser padre y madre. Además, se convierten en un espacio donde los y las participantes se dan cuenta de que no están solos y solas, de que las dificultades y problemas que encuentran son más comunes de lo que pensaban, que no es que sean padres y madres desastrosos, como muchas veces les hace sentir la sociedad o su propia exigencia, sino que enfrentan una tarea que no es fácil. En este sentido, las comunidades de aprendizaje son espacios de solidaridad, de empatía, que les confortan y les sostienen en esta retadora y desafiante labor de educar. Y son también espacios que les motivan para querer ser cada día mejores sabiendo que para ello necesitan formarse, aprovechando las ventajas de hacerlo en comunidad y asumiendo el protagonismo de su propio crecimiento.
Si te interesa conocer más sobre nuestro trabajo de formación puedes ponerte en contacto con nosotros a través de nuestra sección de contacto en esta web.
Loreto Santé Abal.
Psicóloga. Analista de Conducta
Ilustraciones: Concepción de Sagarra Moya
Psicóloga. Ilustradora.